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Mostrando entradas de septiembre 30, 2012

Simbad el marino - Anónimo

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Hace muchos, muchísimos años, en la ciudad de Bagdad vivía un joven llamado Simbad. Era muy pobre y, para ganarse la vida, se veía obligado a transportar pesados fardos, por lo que se le conocía como Simbad el Cargador. - ¡Pobre de mí! -se lamentaba- ¡qué triste suerte la mía!   Quiso el destino que sus quejas fueran oídas   por el dueño de una hermosa casa, el cual ordenó a un criado que hiciera entrar al joven. A través de maravillosos patios llenos de flores, Simbad el Cargador fue conducido hasta una sala de grandes dimensiones.  En la sala estaba dispuesta una mesa llena de las más exóticas viandas y los más deliciosos vinos. En torno a ella había sentadas varias personas, entre las que destacaba un anciano, que habló de la siguiente manera: -Me llamo Simbad el Marino. No creas que mi vida ha sido fácil. Para que lo comprendas, te voy a contar mis aventuras... “Aunque mi padre me dejó al morir una fortuna considerable; fue tanto lo que derroché que, al fin, me vi pob

El Mago de Oz - Lyman Frank Baum

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Dorita era una niña que vivía en Kansas con sus tíos y su perro Totó. Los dos se divertían de lo lindo en la granja y todos los querían mucho, excepto una vecina a la que no le gustaba nada los perros. Un día, la niña escuchó que querían atrapar a su perrito y quiso huir. Pero en ese momento se acercaba un tornado y, al salir corriendo, la niña tropezó y se golpeó en la cabeza. La casa salió volando, y los tíos vieron desaparecer en el cielo a Dorita y su perro. Viajaron sobre una nube mientras las tejas y las ventanas salían despedidas. Dorita y Totó se abrazaban esperando a que pasara el peligro. Al aterrizar, unos extraños personajes acudieron a recibirlos y un hada, respondiendo al deseo de Dorita de volver a casa, le aconsejó: - Lo mejor es que vayáis a visitar al mago de Oz. - No conozco el camino – replicó. - Seguid siempre el sendero de baldosas amarillas. En el camino, se cruzaron con un espantapájaros que quería un cerebro y un hombre de hojalata que deseaba

Bambi - Félix Salten

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Erase una vez un bosque donde vivían muchos animales y donde todos eran muy amiguitos. Una mañana un pequeño conejo llamado Tambor fue a despertar al búho para ir a ver un pequeño cervatillo que acababa de nacer. Se reunieron todos los animalitos del bosque y fueron a conocer a Bambi, que así se llamaba el nuevo cervatillo. Todos se hicieron muy amigos de él y le fueron enseñando todo lo que había en el bosque: las flores, los ríos y los nombres de los distintos animales, pues para Bambi todo era desconocido. Todos los días se juntaban en un claro del bosque para jugar. Una mañana, la mamá de Bambi lo llevó a ver a su padre que era el jefe de la manada de todos los ciervos y el encargado de vigilar y de cuidar de ellos. Cuando estaban los dos dando un paseo, oyeron ladridos de un perro. "¡Corre, corre Bambi! -dijo el padre- ponte a salvo". "¿Por qué, papi?", preguntó Bambi. Son los hombres y cada vez que vienen al bosque intentan cazarnos, cortan árboles, por eso

El Ratoncito Pérez - Anónimo

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Erase una vez Pepito Pérez, que era un pequeño ratoncito de ciudad, vivía con su familia en un agujerito de la pared de un edificio. El agujero no era muy grande pero era muy cómodo, y allí no les faltaba la comida. Vivían junto a una panadería, por las noches él y su padre iban a coger harina y todo lo que encontraban para comer. Un día Pepito escuchó un gran alboroto en el piso de arriba. Y como ratón curioso que era trepó y trepó por las cañerías hasta llegar a la primera planta. Allí vio un montón de aparatos, sillones, flores, cuadros..., parecía que alguien se iba a instalar allí. Al día siguiente Pepito volvió a subir a ver qué era todo aquello, y descubrió algo que le gustó muchísimo. En el piso de arriba habían puesto una clínica dental. A partir de entonces todos los días subía a mirar todo lo que hacía el doctor José Mª. Miraba y aprendía, volvía a mirar y apuntaba todo lo que podía en una pequeña libreta de cartón. Después practicaba con su familia lo que sabía. A su

La ratita presumida - Charles Perrault

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Erase una vez, una ratita que era muy presumida. Un día la ratita estaba barriendo su casita, cuando de repente en el suelo ve algo que brilla... una moneda de oro. La ratita la recogió del suelo y se puso a pensar qué se compraría con la moneda. Ya sé me compraré caramelos... uy no que me dolerán los dientes. Pues me comprare pasteles... uy no que me dolerá la barriguita. Ya lo sé me compraré un lacito de color rojo para mi rabito? La ratita se guardó su moneda en el bolsillo y se fue al mercado. Una vez en el mercado le pidió al tendero un trozo de su mejor cinta roja. La compró y volvió a su casita. Al día siguiente cuando la ratita presumida se levantó se puso su lacito en la colita y salió al balcón de su casa. En eso que aparece un gallo y le dice: Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo??. Y la ratita le respondió: ?No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces?? Y el gallo le dice: ?quiquiriquí?. Ay no, contigo no me casaré que no me gu

La bella y la bestia.. - Walt Disney

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Erase una vez un mercader que antes de irse para un largo viaje de negocios, llamó a sus tres hijas para preguntarles qué querían que les trajera a cada una como regalo. La primera pidió un vestido de brocado, la segunda un collar de perlas y la tercera, que se llamaba Bella y era la más gentil, le dijo a su padre: "Me bastará una rosa cortada con tus manos." El mercader partió y, una vez ultimados sus asuntos, se dispuso a volver cuando una tormenta le pilló desprevenido. El viento soplaba gélido y su caballo avanzaba fatigosamente. Muerto de cansancio y de frío, el mercader de improviso vio brillar una luz en medio del bosque. A medida que se acercaba a ella, se dio cuenta que estaba llegando a un castillo iluminado. "Confío en que puedan ofrecerme hospitalidad", dijo para sí esperanzado. Pero al llegar junto a la entrada, se dio cuenta de que la puerta estaba entreabierta y, por más que llamó, nadie acudió a recibirlo. Entró decidido y siguió llamando.

Barba azul - Charles Perrault

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Había una vez un hombre que tenía algunas casas muy bonitas en la ciudad y en el campo, con vajillas de oro y plata, muebles de marquetería y carrozas doradas. Pero, para su desgracia, este hombre tenía la barba azul, y eso le hacía tan feo y tan desagradable que ninguna mujer lo quería de marido. Una de sus vecinas, una gran dama, tenía dos hijas muy bellas. Él le pidió a una en matrimonio, pero dejó a la dama eligiera cuál de las dos sería. Pero ninguna de las dos  quería casarse con un hombre que tenía la barba azul. Además decían que se había casado varias veces y que no se sabía nada de las mujeres anteriores. Para que se conocieran mejor, Barba Azul las llevó junto a su madre y tres o cuatro de sus mejores amigas y algunos jóvenes del vecindario, a una de sus casas del campo, donde pasaron ocho días. Lo pasaron muy bien, porque salían a pescar y a cazar, daban paseos, bailaban, y celebraban fiestas. Hacían un montón de bromas, y todo tipo de travesuras. En fin, todo i